Redacción. Madrid
En la fase aguda del ictus, la incontinencia urinaria suele aparecer entre el 40 y el 60 por ciento de los pacientes, persistiendo en un 25 por ciento de los mismos en el momento del alta hospitalaria, y pasado un año, se mantiene entre 15 y 20 por ciento de los casos. De todos los tipos de incontinencia, la más común en los pacientes con ictus es la de urgencia, relacionada directamente con las lesiones vasculares cerebrales, las cuales producen una pérdida de control del músculo de la vejiga con la aparición de un mayor número de contracciones involuntarias.
La incontinencia urinaria es un desencadenante para la
dependencia efectiva del paciente.
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Estos son los factores más destacados del análisis realizado por Carlos Verdejo Bravo, director de la Unidad de Incontinencia Urinaria del Servicio de Geriatría del Hospital Clínico de San Carlos de Madrid y miembro permanente del Observatorio Nacional de la Incontinencia (ONI). Pese a estos datos tan contundentes, son muy pocos los estudios que a largo plazo describen la situación de los pacientes afectados por un ictus, ya que en la gran mayoría se describen las complicaciones y la evolución clínica en su fase aguda.
Un amplio estudio longitudinal revela que el accidente cerebrovascular es un importante factor de riesgo para desarrollar incontinencia urinaria, así como otros problemas médicos (fallos memoria, insomnio, incapacidad física, etc.), que influyen directamente en la calidad de vida del paciente. Además, tal y como han demostrado otros estudios epidemiológicos, la aparición de incontinencia urinaria tras el ictus es un desencadenante para la dependencia efectiva del individuo, lo que puede obligar a ingresar al paciente en una residencia.
Frente a esta realidad, los cuidados que reciben los pacientes con ictus e incontinencia urinaria raramente se adecuan a las recomendaciones marcadas por las guías clínicas, prestándose muy poca atención a la incontinencia urinaria, por ello, y como consecuencia, su tratamiento se ve retrasado, su calidad de vida empeorada y su recuperación dificultada.
Toxina botulínica para la incontinencia en pacientes con esclerosis múltiple
La esclerosis múltiple puede causar alteraciones en las señales nerviosas necesarias para el control de la micción, lo que puede ocasionar problemas para retener la orina. En un reciente trabajo se analizó el efecto en la calidad de vida producido por la administración de inyecciones intravesicales de toxina botulínica tipo A en pacientes con esclerosis múltiple que adicionalmente presentaban un tipo de incontinencia urinaria relacionada con la hiperactividad del músculo detrusor, refractaria a otros tratamientos.
Este trabajo demostró que con este tratamiento, y en estos casos específicos, mejoraba la calidad de vida de estos pacientes. Estas son las conclusiones extraídas María Jesús Cancelo Hidalgo, ginecóloga Jefa de Sección del Servicio de Ginecología del Hospital universitario de Guadalajara, secretaria de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) y miembro permanente del Observatorio Nacional de la Incontinencia (ONI).
Se ha realizado un seguimiento de estos pacientes (hombres y mujeres) midiendo su calidad de vida, a través de las escalas Urogenital Distress Inventory, Incontinence Impact Questionnaire y EuroQol-5, antes de la inyección de la toxina botulínica. Cuatro meses después de la administración del tratamiento, se encontró una mejoría en la continencia de orina y, consecuentemente, en su calidad de vida. Aunque es sabido que la mejoría de los síntomas con la inyección de toxina botulínica es temporal y se precisa repetir el tratamiento, los resultados del estudio indican que el intervalo entre las inyecciones en muchos de los pacientes alcanzó periodos de entre 12 y 13 meses. Otros precisaron repetir el tratamiento en espacios de tiempo más cortos.
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